La escritura, al igual que el hablar, escuchar y leer, es una modalidad de comunicación que puede estudiarse y enseñarse como un sistema diferente en estructura y función a las otras artes del lenguaje. La escritura permite expresar la cultura y el arte en una diversidad virtualmente inagotable de formas.
Consideremos a la Escritura Formal que es un texto teórico-práctico que presenta los procesos de la escritura tanto en su carácter específico como en su relación con las otras áreas, especialmente con la de la lectura.
La diferenciamos de la Escritura Creativa: “La escritura creativa es la que defiende y busca conscientemente valores estéticos en el uso del lenguaje, independientemente del género en el que se enmarque el texto” (Nieves Montero, 2009)
Dentro de esta lógica tenemos que, el género epistolar es diferente del género literario epistolar, en el que se funda la forma estética y la idea literaria.
Si precisamos la definición de Epístola, según el Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:
1. f. Obra literaria en forma de carta, en prosa o verso, con un objetivo moralizante, didáctico o humorístico:
2. las epístolas de Lope de Vega son muy interesantes.
3. Escrito que se dirige a determinadas personas, en especial los de los apóstoles a los fieles: la Epístola de san Pablo a los Corintios.
4. En la Iglesia católica, parte de la misa anterior al evangelio en la que se lee un fragmento de alguna epístola de los apóstoles.
Tenemos entonces que una epístola es una escritura dirigida o enviada a una persona o un grupo de personas que habitualmente toma la forma de carta; con el devenir del tiempo, la epístola se transformó en un texto casi ensayístico dignificado por un estilo exigente y formal, muy a menudo provisto de intención didáctica o moral, pero otras veces consagrado a una mera función distractiva o emocional.
La epistolografía (del griego ἐπιστολή, «carta» y γραφία, «escritura») es una actividad literaria que consiste en escribir cartas. Por su temática y su uso del 'yo', la epístola se encuadra dentro de la escritura creativa, junto con la autobiografía, las confesiones, el diario, las memorias y el monólogo.
La carta o epístola, vemos pues, es un género muy flexible, que se presta a múltiples usos y clasificaciones. Desde el punto de vista del emisor, cabe distinguir cartas reales, apócrifas y ficticias. Por su interés literario, histórico o antropológico, algunos de los tipos más notables son los siguientes:
Carta abierta: aunque tiene un destinatario concreto, el autor la envía a un medio de comunicación. Suele contener críticas o peticiones, y su publicación funciona como una forma de presión. Un ejemplo célebre es Yo acuso, de Émile Zola, carta abierta dirigida al presidente de Francia sobre el Caso Dreyfus. El escritor español Fernando Arrabal ha publicado varias cartas de este tipo (Carta al general Franco, Carta a Fidel Castro, Carta a Stalin).
Carta apócrifa: es aquella que se atribuye, falsamente, a un autor célebre. Algunas cartas apócrifas, consideradas auténticas por muchas personas, han ejercido una influencia notable: tal es el caso de la presunta correspondencia entre Jesucristo y el rey sirio Abgaro V de Edesa que Eusebio de Cesárea incluye en su Historia eclesiástica. En los siglos XX y XXI, algunos autores recurren a la carta apócrifa como recurso literario: así, C. S. Lewis escribe Cartas del diablo a su sobrino (1942) y Fernando Sánchez Dragó publica en 2001Carta de Jesús al Papa.
Carta de amor: aunque se trata en principio de un documento privado, trasciende esta categoría para convertirse en un género literario específico, de lo que da fe la convocatoria de concursos de este tipo de cartas. Desde 1937, en que llega la primera misiva, la ciudad de Verona recibe innumerables cartas de amor dirigidas a Julieta. Asimismo, la correspondencia entre Pedro Abelardo y su amante Eloísa puede considerarse un clásico del género.
Carta ficticia: es aquella que se atribuye a un personaje de ficción. El sofista griego Alcifrón es el autor clásico de este tipo de cartas, puestas en boca de personajes típicos o pintorescos, como parásitos y cortesanas.
Epístola en verso: su referente clásico son las Epístolas del poeta latino Horacio y las cartas en verso que Ovidio escribe desde el exilio (Pónticas). En el siglo XX, el poeta vasco Gabriel Celaya recupera esta tradición en su libro Las cartas boca arriba (1951).
Novela epistolar: numerosas novelas incluyen cartas de alguno de los personajes. En la antigüedad tardía, Heliodoro y Aquiles Tacio, usan ya el recurso. Cuando toda la novela (o al menos parte importante de ella) consta de una o varias cartas, hablamos de novela epistolar. Son ejemplos célebres Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos y Los idus de marzo de Thornton Wilder.
Estructura de la carta o epístola
Una estructura típica incluye las siguientes partes: -Introducción -Primera parte, de carácter teórico-doctrinal -Segunda parte, exhortación moral –Conclusión.
Una estructura creativa puede modificar dicha estructura con una superposición de los planos temporales.
La historia de la epistolografía comienza en la antigua Mesopotamia y Egipto. Para entender las cartas que se conservan de esta época hay que tener en cuenta que la escritura es entonces una técnica especializada al alcance de muy pocas personas. De ahí que se trate, sobre todo, de correspondencia oficial o mercantil. En Egipto, tienen especial importancia las Cartas de Amarna, que recogen la correspondencia diplomática de los faraones Amenofis III y Akenatón y arrojan luz sobre las relaciones del Egipto de la época con las naciones vecinas.
La epistolografía goza de gran consideración como género literario en el mundo grecolatino. Se concibe la carta como una "conversación por escrito", de estilo austero y claro. La composición de epístolas apócrifas y ficticias es uno de los ejercicios favoritos de rétores y sofistas. Así, el sofista griego Alcifrón debe su fama a sus cartas ficticias (ordenadas en cuatro series: cartas de pescadores, de labradores, de parásitos y de cortesanas). Uno de los desarrollos más interesantes del género es la epístola en verso, cultivada por Horacio y otros poetas. En sus Heroidas, Ovidio ofrece 21 cartas de amor, puestas en boca de personajes femeninos célebres, como Safo, Penélope y Dido. Las cartas de Cicerón, sin ser la parte más importante de su obra, se consideran un testimonio de gran valor sobre la vida del autor y la cultura y manejos políticos de la Roma de su época. Destacan también, entre otras, las cartas del filósofo Séneca, de Plinio el Joven y de los sofistas Luciano, Claudio Eliano y Filóstrato. Las cartas o epístolas de Pablo de Tarso y otros autores cumplen una función muy especial en el Nuevo Testamento, permitiéndonos conocer algunos de los conflictos y puntos de vista de los primeros núcleos cristianos. Algunas de ellas se consideran hoy apócrifas. Lo mismo sucede con el epistolario de los primeros padres de la Iglesia, como Ignacio de Antioquía y Clemente de Roma.
De la antigüedad tardía se conservan epistolarios de gran interés, tanto de autores paganos (Libanio, Juliano el Apóstata) como de padres de la Iglesia (Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Juan Crisóstomo, Sinesio de Cirene, Teodoreto de Ciro).
El estudio de los epistológrafos grecolatinos ha generado una bibliografía voluminosa, volcada en un primer momento hacia las cartas como material auxiliar para el estudio de otros géneros y materias. En los últimos años, la epistolografía ha comenzado a despertar interés por sí misma, como un género literario con valor propio.
Edad Media. La cultura bizantina produce también epistolarios de gran riqueza, como los de Eustacio de Tesalónica, Juan Tzetzes y Miguel Psello.
En el Renacimiento, Siglos XVI y XVII, Petrarca y Erasmo de Rotterdam, entre otros, siguen cultivando con acierto el género. La correspondencia de Erasmo con Martín Lutero se considera un documento esencial para entender la Reforma Protestante. Erasmo y Juan Luis Vives escriben sendos manuales sobre el arte de escribir cartas, con el mismo título (De conscribendis epistolis, de 1522 y 1536, respectivamente).
En España, la epístola poética conoce un momento de esplendor en el Siglo de Oro, con creaciones como la Epístola a Boscán de Garcilaso de la Vega y la Epístola moral a Fabiode Andrés Fernández de Andrada.
Los autores ilustrados del siglo XVIII retoman con interés el género, utilizado por ejemplo por Voltaire (Cartas filosóficas, Cartas de Memmius), Montesquieu (Cartas persas), José Cadalso (Cartas marruecas) y el Padre Feijoo (Cartas eruditas y curiosas). A finales de siglo, Pierre Choderlos de Laclos publica Las Amistades Peligrosas, novela epistolar de enorme éxito.
La epistolografía sigue viva en el romanticismo con creaciones como Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer, del poeta español Gustavo Adolfo Béquer. Se publican también en este período novelas epistolares célebres, como Las cuitas del joven Werther de Goethe, Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y Drácula de Bram Stoker.
Los autores realistas recurren también a la novela epistolar, que les permite ahondar en la psicología de los personajes. Un ejemplo notable es la primera parte de Pepita Jiménez, de Juan Valera.
En el siglo XX, las cartas de Howard Phillips Lovecraft y J. R. R. Tolkien se consideran parte esencial de la obra de estos autores, pues iluminan muchos aspectos de su obra de ficción. Algo similar puede decirse de poetas como los españoles Juan Ramón Jiménez y Vicente Alexandre y el nicaragüense Rubén Darío en su libro Las cartas boca arriba (1951), el poeta vasco Gabriel Celaya recupera la tradición de la carta en verso, de estirpe horaciana, relativamente abandonada en los tiempos actuales del siglo XXI.
Los criterios de selección del Concurso Cartas de Amor, patrocinado por Montblanc este año 2011, cuyo tema es obviamente el amor, corresponden a lo que configura al género epistolar: una escritura dirigida o enviada a una persona o grupo de personas, y abarca una muestra heterogénea en contenido y forma, por lo tanto, la creatividad es lo que impera, con la libertad de expresar emociones a través de prosa poética.
Enfatizamos en que se debe observar la estructura emisor - destinatario (reales o imaginarios), transmitir un alto grado de emocionalidad, ser breves (un máximo de dos cuartillas), sin errores ortográficos o de sintaxis, es decir, el enlace y relación de las palabras para formar oraciones relacionadas entre sí.
Foto: carta de Joan Miró a Josep Tremoleda (1965)
Fuente: Flirck
4 comentarios:
Esto está excelente amiga ¡Muchas gracias!
Muy bien...¡Ahora a escribirle al amor!
O.K. ¿Y CUÁNDO ES EL CONCURSO?
Hola. La convocatoria comienza el 1º de Febrero de 2011 y termina el 28 de Febrero. Las bases pueden leerlas en www.concursocartasdeamor.com y llenen sus planillas.
Ánimo y suerte
Publicar un comentario