El profesor de
Derecho del Trabajo y poeta peruano afincado en Salamanca hace balance tras
dedicar la mitad de su vida popularizar versos de uno y otro lado del
Atlántico, además de labrarse su propio prestigio como bardo.
Recién cumplido medio siglo de una vida
entregada casi por completo a la poesía, los amigos que los versos le han ido
dejando se han unido para rendirle un tributo literario en forma de ‘Arca de
los afectos’ y reclamar para él el más alto reconocimiento institucional como
dinamizador cultural y nexo de unión entre diferentes pueblos de España y
América. Orgulloso y abrumado a partes iguales, Alfredo Pérez Alencart repasa
los aspectos más destacados de su fecunda trayectoria.
¿Qué significa para
usted ese ‘Arca de los afectos’ que le han dedicado sus compañeros por su 50
cumpleaños?
Es un libro que conlleva un magma de
afectos y amistad. Condensa más de media vida en la literatura. Llevo 25 años
colaborando en actividades culturales y una década publicando libros propios de
poesía. Es un volumen pletórico de sentimientos y de visiones profundas sobre
mi obra y mi ser.
Tras muchos años
siendo el anfitrión de poetas pero manteniéndose en un discreto segundo plano,
decidió dar un paso al frente y empezar a publicar, ¿no le da cierto pudor
convertirse en protagonista?
En mi propia poesía he sido muy
prudente. Respeto demasiado la Poesía y, por eso, esperé hasta cerca de los 40
para comenzar a hacer públicos mis ejercicios poéticos. Por el respeto que
tengo fui reservando energías, como los maratonianos, para llegar al final
aunque ese final nunca se alcanza del todo, pues el aprendizaje es hasta el
final. Más que pudor, el reconocimiento me ha vuelto más humilde, porque cuando
a uno lo encumbran la caída puede ser mucho más dolorosa.
Jesús Fonseca
encabeza un colectivo de poetas dispuestos a pedir que se le conceda a usted la
Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica, ¿qué le parece la iniciativa?
Lo tomo como algo que procede del gran
amigo-hermano que es. Todos los premios o reconocimientos son interesantes pero
complementarios. Lo realmente importante para un poeta es su obra, porque es lo
que queda, si algo queda. Me han concedido algunos premios por mi poesía, pese
a que nunca me he presentado porque descreo de los concursos. Los incentivo
porque es una forma de ayudar a publicar a quienes no tienen fácil la
publicación de sus obras, lo que no es mi caso. Un poeta no debe querer estar a
la moda porque la moda siempre pasa de moda. Además, no por ganar un premio
debo cambiar el voltaje de mi palabra poética. Hay quienes degradan su palabra
con el único fin de ser considerados dentro esa ‘normalidad’ algo hueca de
escribir versos sin un átomo de poesía dentro.
Siempre ha tratado de
tender puentes entre España y América Latina, también entre nuestro país y
Portugal, ¿cómo logra la poesía acercar culturas y superar océanos?
Más que nunca, poéticamente hablando,
España necesita de América. Es necesario el mestizaje y el intercambio. Aunque
tengamos el mismo idioma, los acentos son diferentes y también la intensidad
del lenguaje. Es necesario que se mezclen. Si no, se queda en una endogamia y
los frutos son peores.
‘Prontuario del
Infinito’ es su primera obra completa traducida al francés. Sorprende teniendo
en cuenta que sus libros se han traducido a multitud de lenguas
Varios poemas míos sueltos ya habían
sido traducidos al francés por Max Alhau. Como libro ese sí es el primero y, al
parecer, la traducción es perfecta porque está hecha con pasión y calidad.
Estoy muy agradecido con Bernadette Hidalgo Bachs, profesora de la Universidad
de Clermont- Ferrand, por su exquisito trabajo, no solo de traducción sino
también por el profundo ensayo que escribió acerca de esos siete largos poemas
allí contenidos. Tengo un poemario inédito, ‘Los éxodos, los exilios’, que ya
ha sido traducido al francés por el profesor Víctor Bergasa. Pienso publicarlo
este año.
En su caso, el
mestizaje ha marcado toda su vida y su trayectoria
Influye más el mestizaje cultural que el étnico. Soy un
mestizo completo porque no solo asumí la cultura propia y variada de Perú
-especialmente la antigua incaica escrita en quechua, una lengua en la que
alguien me hablaba de pequeño- también estoy muy familiarizado con todo lo
relativo a las tribus amazónicas porque allí nací. El mestizaje cultural es
pleno. Lo español lo capté antes de venir. Estando en Perú ya estaba mestizado
con España no sólo por lo genético sino también por lo literario, toda vez que
Fray Luis y Unamuno me guiaron hasta Salamanca, y ya aquí dos pastores me
cobijaron, Carlos Palomeque y Alfonso Ortega Carmona. También me he entrañado
mucho con la poesía oriental, caso del haiku japonés o la poesía coreana. Nunca,
eso sí, conviene mestizarse miméticamente pues el mimetismo es peligroso al
tratarse de una copia burda de algo que no se puede copiar, ya que cada cultura
es particular. Sí puedes, sin embargo, extraer lo que te beneficie al espíritu
y a eso darle a otra impronta. De eso sí soy un mestizo.
Aparte de su acento,
¿Qué queda de la Amazonía y de Perú en Alfredo?
La patria de la infancia nunca se borra
del corazón pero me siento muy castellano; no sólo por el tiempo -llevo más de
media vida aquí- sino porque mi única lengua es el castellano y estoy bastante
arraigado al ser austero, prudente, reservado de Castilla; aunque no del todo,
porque la forma de ser amazónica me incita a dar muchos abrazos y eso me
diferencia de los castellanos indígenas.
¿Por qué dedicó una
de sus obras a su primo brasileño François Silvestre de Alencart?
No solo estaba dedicado, estaba basado
en su vida. Desde el titulo, ‘Aquí hago justicia’, me refiero a una tropelía
que cometieron contra él y, en descargo, escribió unas memorias donde
justificaba su honorabilidad. Los tribunales le dieron la razón pero su nombre
ya estaba manchado. Escribí poemas sobre temas universales extraídos de la vida
de François. Es un novelista maravilloso que juega mucho con el humor y también
abogado como yo, de ahí también el uso de las palabras del título. Es curioso
pero no nos conocemos personalmente. Nos puso en contacto David Leite, un
estudiante que vino aquí a hacer el doctorado y, a través de él, conoció mi
obra. Escribí unos poemas que los tradujo el notable Antonio Salvado y se los
envié. Como regalo, y de forma sorpresiva, él editó mis poemas en portugués y
en español, en formato de libro. Los Alencar (sin “t” en Brasil) somos pocos y
todos nos reconocemos como parientes. El más conocido es José de Alencar, el
gran novelista brasileño del romanticismo, una especie de Valle Inclán
brasileño.
Con ‘Savia de las
Antípodas’, un poemario de haikus, demuestra que es capaz de atreverse con todo
Normalmente escribo en verso libre. Los
sonetos, el grado sumo de la poesía, en cuanto a estructura y precisión, los
escribo en la intimidad como ejercicio de control. En estos tiempos el soneto,
salvo excepciones de poetas muy buenos, me saben a cartón piedra. Son perfectos
en su construcción métrica pero ya las rimas están muy gastadas. En otra época
eran importantes para ejercitar la memoria; ahora no. Admiro a los grandes
sonetistas pero prefiero ir por el verso libre, que no libertino. Tiene que
haber ritmo interior y condensación de la palabra. He hecho ejercicios con la
forma poética más breve del mundo, el haiku, pero lo he mestizado sin ceñirme a
los cánones. También he escrito haikus de un verso o de cuatro, en vez de los
tres habituales.
Enrique Vitoria
publicó hace algunos años el libro ‘Alfredo Pérez Alencart: La poética del
asombro’, ¿por qué cree que eligió ese título?
Enrique fue el primero en hacer un
ensayo y una antología sobre mi obra. Fue un regalo de mi cumpleaños en 2006.
Parece que he sembrado algo y en territorio bastante fértil. Desde que abrí los
ojos estuve en el asombro porque nací en la Amazonía, un lugar muy similar al
Paraíso. En mi poesía siempre está el asombro primero. Cuando se pierde el
asombro el poeta pierde parte de su intensidad. Debemos creer siempre en algo
nuevo que nos va a sorprender y, si se mutila tal estado, una persona pierde
mucho de su empuje. Formo parte del asombro; soy un asombrado.
¿De dónde nace la
vocación literaria de un profesor de Derecho Laboral?
He sido poeta desde muy temprano pero
no lo plasmé porque no había un entorno propicio para ello. Estudie el Derecho
con verdadera pasión. Fui el primer abogado egresado de mi promoción y me
decanté por la rama que más se preocupa por el hombre. Mi poesía tiene al
hombre como base en tránsito hacia lo divino. Mezclo los dos mundos, las dos
fases, lo humano y lo divino porque siempre hay un misterio. Hasta los no
creyentes ven que hay algo de misterioso en la existencia. Parto del hombre y
vuelvo a él con un intermediario de ese misterio que es Cristo. Con el
Derecho subsisto, con la poesía vivo plenamente mi existencia. Son dos mundos diferentes
pero, hasta hace algunas décadas, tanto médicos como abogados eran humanistas y
escribían ensayo, poesía y novela. El aparente desarrollo del mundo nos ha ido
alejando de esa sensibilidad.
Esa cercanía suya a
Dios se materializa en ‘Cristo del Alma’, dedicado a la figura de Jesús. ¿Qué
misterios encierra y qué mensaje lanza?
Aquellos que han leído el libro han
quedado impactados. ‘Cristo del Alma’ es el Cristo carnalizado, próximo a los
desprotegidos y desfavorecidos, a los que han pasado y siguen pasando por
injusticias. Ese Cristo interesa y atrae a mucha gente, incluso a aquellos que
denigran la religión porque lo que hace es hacer valer sus prebendas y sus
leyes impositivas hacia una creencia. Cristo no tuvo iglesia, no tenía donde
recostar su cabeza; era un poeta-profeta a la intemperie. Trabajo con ese
concepto de Dios joven en mucha de mi poesía. Ese libro es de mística social,
ni tan elevando, ni tan en el subsuelo. Los que somos cristianos y practicamos
los evangelios, nos damos cuenta de que son más revolucionarios que cualquier
manifiesto comunista. La gente, sin embargo, no los ha leído o lo han hecho con
gafas distorsionadas por las ideologías. Los profetas son más duros que Marx y
Engels contra los injustos y los saqueadores, incluso contra los ricos y
patronos. Cuando se piensa en la religión se piensa en el catecismo, en lo
etéreo, lo sublimado, pero la Biblia atañe mucho al hombre y habla de conductas
que luego Cristo cambia. Es muy social. Yo no soy un poeta religioso, soy
hermano de Jesús; un poeta que sigue a Cristo.
¿Puede la palabra
combatir la injusticia?
La palabra ayuda, no soluciona. Cuando
va a aparejada con hechos, esos ejemplos de conducta en el caso de los pocos
auténticamente cristianos, sí ayuda. Admiro a Teresa de Calcuta, a Dietrich
Bonhoeffer, el pastor evangélico alemán que se resistió a Hitler, a Pedro
Casaldáliga, el obispo de los pobres. Cuando das ejemplo de no codiciar tantos
bienes como El Vaticano puedes cambiar ciertas conductas. Es muy difícil porque
el ser humano tiene tendencias egoístas, a poseer riquezas. No resulta fácil
ser cristiano. Hay un superávit de teología intrascendente, desincentivadora,
narcotizante, pero no sé para qué tanta cuando lo que se debería es ahondar
hasta la extenuación en los dos mandatos esenciales: amar a Dios y al prójimo
como a uno mismo, aunque el cumplimiento de esos ‘sencillos’ mandatos no suelen
llevarse a la práctica como corresponde. Hasta a la gente más dura, cuando les
demuestras amor, suelen sorprenderse gratamente del ejemplo cristiano que
recibe. Hay excesiva palabrería alejada por completo de la Justicia que abunda
en la Biblia. Existen religiosos que cuidan su comodidad y no el estar al lado
de los pobres y los injustamente tratados.
¿A lo largo de estos
años le ha dado la poesía algo más importante que buenas amistades?
La Poesía, el Verbo, es el combustible
de mi existencia. Hay que tener fe en la Poesía porque sin ella te caes. La fe
poética no es fácil de lograr, pues los hay que empiezan escribiendo versos y
luego se desengañan. Yo la tengo desde muy temprano y ahora creo más en su
potencia vivificante. Te ayuda a ser prudente, a reflexionar, a querer
compartir con los demás. La poesía es comunión, es oración. Es social porque
sale del hombre y va hacia los otros. Tiene mucha similitud con la fe en
Cristo, que también fue un gran poeta. Me doy cuenta de que, cada vez más, a la
gente que denostaba la poesía riéndose de lo que consideraban rimitas de salón,
cuando les demuestras que en un gran poema todo puede entrar, incluso
psicología, historia, teología o filosofía, empieza a interesarle porque
refleja situaciones reales y también sueños, que son un estado de más de la
mitad de la vida del hombre.
¿De qué se siente más
orgulloso de este periodo como impulsor de la cultura en Salamanca?
Me siento complacido de haber llevado
adelante los encuentros de poetas iberoamericanos y de haber logrado que la
Poesía vuelva a ocupar un lugar importante en las actividades culturales de
Salamanca y, sobre todo, en la acogida del público que asiste a las lecturas.
Ya no son cuatro gatos, ahora las salas se llenan, quedan pequeñas.
¿Vive Castilla y León
una edad dorada de la poesía?
Castilla y León siempre tuvieron buenos
poetas. Actualmente cuenta con autores destacados. Para mi gusto, el que más me
conmueve es el zamorano Jesús Hilario Tundidor. También están Gamoneda,
Colinas, Andrés Quintanilla Buey… De los más jóvenes nombraría a José María
Muñoz Quirós, Carlos Aganzo, Jesús Losada, Juan Carlos Mestre, Juan Antonio
González Iglesias y a muchos otros. La lista sería extensa y no quisiera omitir
ningún nombre.
Dicen de usted que es
una persona hiperactiva y quizá sea verdad porque entre sus clases, sus poemas
y la organización de diversos eventos aún tuvo tiempo para alumbrar hace años
un curioso ‘Manual del Alcalde’
La de jurista y la de poeta son dos
facetas diferenciadas de mí, a modo de doctor Jeckyll y Mister Hide. Dicho
libro lo hicimos el profesor Dionisio Sánchez de Gatta y yo, aunque es justo
reconocer que el grueso del mérito es de este buen amigo especialista en
Derecho Administrativo. Yo tengo varios libros de Derecho del Trabajo. Sin
embargo, me he dado cuenta de que es cierto eso de que ‘menos es más’. Antes
era más y salía menos, ahora me concentro más en una cosa hasta que culmina.
Aparentemente es menos, pero es más. Tengo en Jacqueline, mi esposa, a la
mejor aliada posible: no sólo me comprende y me apoya en la corrección de los
libros sino que, incluso, cuando editábamos con nuestro dinero la revista ‘El
Cielo de Salamanca’ llegó a renunciar a un viaje a nuestra América para poder
sufragarla. Gracias a ella he podido hacer muchas cosas. Es la otra parte
esencial de mi vida, la que me completa.
También se han
llegado a comparar algunos aspectos de su poesía con la de Luis Cernuda,
¿resiste esa comparación con el poeta sevillano?
De ninguna manera. Soy admirador de
Cernuda y le dediqué un homenaje en forma de libro titulado ‘Ofrendas al tercer
hijo de Amparo Bidón’. Me compenetré en su poesía para rendirle tributo. El
mejor homenaje a un poeta es que otro poeta vaya hasta la médula de su poesía y
recree sus versos haciendo algo nuevo pero inspirándose en él.
Hay que reconocer que
es muy certero en los títulos de sus obras
Tanto el título como el contenido en sí
son claves, porque son para una vez en la vida. Habitualmente cuesta mucho
hasta que sale el que mejor queda.
Uno de ellos ‘Los
éxodos, los exilios’, está cada vez de mayor actualidad
Ahora se va a entender mucho mejor en
España que hace unos años, cuando se denostaba la inmigración. Lo vengo
escribiendo desde hace quince años. Por lo tanto no está hecho para cuestionar
a una sociedad en crisis; se puede aplicar a todos los tiempos y países. No
podemos olvidar que siempre nos puede tocar salir de nuestro suelo por muchos
motivos, no sólo por cuestiones económicas. Nadie está libre de tener que irse
a otra tierra. Es un libro necesario para mí, pues con él quiero rendir
homenaje a mis abuelos, tanto de Asturias y de Galicia, como del nordeste
brasileño, emigrantes a la Amazonía peruana.
Foto: Solete Casado
1 comentario:
La palabra de Pérez Alencart es brisa para el alma.
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