lunes, 24 de marzo de 2014

Huida



El escape de la disciplina de mis padres concluye. Llego al hotel desconocido. Abro una puerta para cerrar otras, para iniciar el «no sé qué». Avanzo dos pasos en esta habitación y veo las cortinas lamer el piso de granito.
Hoy cumplo dieciséis años. Celebro la conquista de mi soledad y avanzo tres pasos más. Me retiro los zapatos, mis pies desnudos se impregnan de una viscosidad roja y comienza el escalofrío a morderme, incesante
Busco la cama, me recuesto, volteo a la derecha y encuentro un cuerpo sin ropas, sin ojos, sin boca, sin sexo, sin cabellos. Momento de gritar, pienso. Pero, ¿por qué no grito?
Sin apartar la vista de ese cuerpo, recojo la viscosidad roja del suelo para arroparnos, y tomo a la penumbra como almohada.
Siento la brisa de la noche, alborotando las púas del miedo. Me abandono al cansancio. Cuánta lucha. Y ahora este bicho a mi lado, invasor de mi día festivo, de mi cumpleaños, de mi libertad, de mi intimidad; y sin embargo, lo acepto. ¿Necesito compañía para tejer la filigrana de mi vida? ¿Qué es esto que me persigue?
Respiro silencio en este reposo de cautivo. El sigilo es una amenaza de represalias por la osadía del escape. Y el miedo que no se me quita de encima.
El mutismo de ese cuerpo me mata. Ni reclama, ni regaña, ni me grita. Ahora sin prohibiciones y sin condenas, anhelo escuchar un sometimiento, un regaño, un puñetazo a mis labios, a mi cabeza, inundarme de sangre. 
No, no lo permito, debo huir. La calma es la huida, aunque creo imposible escapar del escalofrío o de tus dientes sin boca. ¿Me oyes? ¡Me voy!

Volteo hacia la izquierda.

Siento mi caída en el vacío hasta estrellarme en el suelo, y allí, el golpe en la mejilla me devuelve una conciencia sin ropas, sin ojos, sin boca, sin sexo, sin cabello, y veo las cortinas lamer el piso de granito. 

2 comentarios:

Nancy dijo...

Perfecta narración del yo adolescente. La huida perenne.

Francis dijo...

Buena narración impregnada de onirismo.