Carolina perdió su bufanda en el mercado de Huelva. Se lamentó por ello
por largo tiempo y más porque el invierno arreció aún en la tierra amable de
Andalucía.
Le dijo a su esposo en vista de que su querida bufanda no aparecía por
ningún lado:
—Deseo una bufanda igual a la que extravié, negra, sin más adorno que
unos flequillos y que no arme bolitas.
Su esposo la escuchó con atención, y creo que también alguien más.
A los días y ya de regreso a Málaga, fue a un centro comercial. Quería hacer unas compras para la celebración del día de Reyes que
preparaban en su piso, junto a los hijos y los consuegros; allí fue a la
estantería del sector papelería para
buscar algunos obsequios y tarjetas que
aún le faltaban por comprar. Alzó la vista y encontró una bufanda negra y lisa
sobre el aparador, doblada con cuidado. Era exacta a la que había deseado con
intensidad. Observó la pieza y la tomó entere sus manos y la olió, la encontró
impregnada del perfume que tanto le gustaba. Comprendió que pertenecía a una
mujer. Continuó con la búsqueda que la había llevado hasta allí y una vez en la
caja para pagar por su compra, se dirigió a la cajera y le notificó de su
encuentro. Esta le respondió:
—A esta hora no se encuentra el gerente y yo no puedo recibir ningún
objeto perdido. Ya estoy de salida, comprenda señora. Venga mañana en horario
de oficina y haga la entrega por favor.
Se retiró del local y fue a encontrarse con su esposo que la esperaba en
la cafetería. Le comentó lo sucedido y él se sorprendió de la casualidad. Luego
de terminar de tomar el café se marcharon a su casa.
Al día siguiente ella ideó una estrategia para localizar a la dueña de la
bufanda.
Procedió a
acariciarse con el perfume e impregnó a la bufanda negra. Se arregló con esmero
y al rato fue a la calle Larios, donde comenzó a preguntar a la gente en la
calle si reconocían el aroma que la envolvía a ella y a la chalina. Algunos
colaboraron de buena gana y con ánimo, pero no acertaron; otros se enojaron y
consideraron que era una impertinencia, armaron un escándalo y hasta
notificaron a unos policías, quienes le llamaron la atención:
—Señora, no puede estar molestando a los
transeúntes con sus preguntas.
—Oh, pero no estoy haciendo nada malo o fuera de
las normas de convivencia.
En medio de la perturbación salió al paso una joven
quien se acercó e intervino:
— ¿Cuál es tu pregunta?
—Tienes que adivinar cuál es el perfume que me
rocía a mí y a esta bufanda.
—“Aire” de Loewe—. Respondió.
—Así es —. Añadió Carolina y la tarde se impregnó de notas cítricas verdes que acompañaron a las mandarinas de Messina, sonrieron a los limones de Calabria, abrazaron al Jazmín de Grasse y al ámbar de Styrax, hasta aparecer de último el Sándalo de Mysore que invitó a descubrir el almizcle del Tíbet.
Ilustración: Olga Fuchs
—Así es —. Añadió Carolina y la tarde se impregnó de notas cítricas verdes que acompañaron a las mandarinas de Messina, sonrieron a los limones de Calabria, abrazaron al Jazmín de Grasse y al ámbar de Styrax, hasta aparecer de último el Sándalo de Mysore que invitó a descubrir el almizcle del Tíbet.
Ilustración: Olga Fuchs
5 comentarios:
Poesia perfumada.
Creativa amiga, este cuento sirve para una serie de spots publictarios. Loewe deberia contratarte. Saludos
Muy divertido y a la vez lirico. Me encanto.
Ese es el perfume que llevas muchas veces. Jajajaja
Me fascinan las mandarinas de Mesina
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