Estaba furiosa. El gris bancario de la agencia me asfixiaba. Escapé
a la calle que en contraste reverdecía. ¡Era una campiña llena de ninfas,
sátiros, árboles, manantiales, azafranes y jacintos!
El dios Pan me ofreció
un vino alegre. Bebí. Así, me convertí en hija de Siringa. Desde entonces, vivo
y danzo sin turbaciones en mi alma o males de amor. Sólo luminosidad en mi
existencia.
Ilustración: " Ninfas y sátiro" de William-Adolphe Bouguereau, 1.873
5 comentarios:
Prima, esa campiña es mía, jajajajaj
Yo soy una de esas ninfas ¡Otra copa de vino más!
Esa es la verdadera felicidad.
¡Cuántas delicias! Para superar la gris realidad. ¡Salud!
Ya que soy tu hermana y tú dices ser hija de Siringa, entonces yo también soy hija de Siringa. Jajajaja ¡A beber!
Publicar un comentario